Querida Cristina,
Quizás es porque no creo en las casualidades, quizás es porque el exceso de información ha causado en mi cabeza delirios y teorías de conspiraciones diversas y cada vez más variopintas, quizás es porque ya no creo más en nada ni en nadie o porque siempre que pienso en aeropuertos, Venezuela y Argentina viene automáticamente la palabra "maletín" a mi mente. Capaz sencillamente necesito mudarme a Villa Freud. Pero Cristina, regresando de la Cumbre de las Américas, un "aterrizaje improvisado" en Caracas me suena más a toque técnico (por no decir escenita de celos) para reclamar el ejemplar del libro de Galeano que Chávez debió haberte regalado también a ti.
Él que en tantas otras ocasiones se ha mostrado tan generoso con la Argentina, él que no celebró la victoria demócrata, que reta al imperialismo en cada discurso (aunque no haya dejado jamás de venderle el petróleo con el que hacen sus estúpidas guerras), el mejor amigo de toda la legión del mal mundial, que no habló de literatura con él, que ni si quiera habla inglés... ¿cómo va a estar dándole regalos en público a Obama?.
Increíble ¿no?.
Obama, no sólo su rival natural, sino el homólogo que te dejó vestida, alborotada y con tu manito extendida la última vez que se vieron. Te entiendo Cristina, es indignante. Unos ingratos es lo que son. Todos los líderes latinoamericanos son iguales Cristina, lo sabemos.
Pero bueh... no es para que andemos cortándonos las venas por América Latina. Si te sirve de consuelo el famoso libro con el que Chávez pretendió aleccionar a Obama (BBC Mundo), se convirtió en bestseller de ventas llegando al número 2 del ranking de Amazon, la tienda capitalista que promueve el consumismo 24/7. Para mí, eso es una contradicción tan absurda que raya en lo ridículo.
Así que tranqui, no te sientas defraudada y engañada, que tarde o temprano, en la política, como en el amor o las relaciones homológico-presidenciales, los traidores caen por su propio peso (al menos eso me gusta pensar a mí que, como ya te expliqué, de vez en cuando tengo pensamientos delirantes).
Quizás es porque no creo en las casualidades, quizás es porque el exceso de información ha causado en mi cabeza delirios y teorías de conspiraciones diversas y cada vez más variopintas, quizás es porque ya no creo más en nada ni en nadie o porque siempre que pienso en aeropuertos, Venezuela y Argentina viene automáticamente la palabra "maletín" a mi mente. Capaz sencillamente necesito mudarme a Villa Freud. Pero Cristina, regresando de la Cumbre de las Américas, un "aterrizaje improvisado" en Caracas me suena más a toque técnico (por no decir escenita de celos) para reclamar el ejemplar del libro de Galeano que Chávez debió haberte regalado también a ti.
Él que en tantas otras ocasiones se ha mostrado tan generoso con la Argentina, él que no celebró la victoria demócrata, que reta al imperialismo en cada discurso (aunque no haya dejado jamás de venderle el petróleo con el que hacen sus estúpidas guerras), el mejor amigo de toda la legión del mal mundial, que no habló de literatura con él, que ni si quiera habla inglés... ¿cómo va a estar dándole regalos en público a Obama?.
Increíble ¿no?.
Obama, no sólo su rival natural, sino el homólogo que te dejó vestida, alborotada y con tu manito extendida la última vez que se vieron. Te entiendo Cristina, es indignante. Unos ingratos es lo que son. Todos los líderes latinoamericanos son iguales Cristina, lo sabemos.
Pero bueh... no es para que andemos cortándonos las venas por América Latina. Si te sirve de consuelo el famoso libro con el que Chávez pretendió aleccionar a Obama (BBC Mundo), se convirtió en bestseller de ventas llegando al número 2 del ranking de Amazon, la tienda capitalista que promueve el consumismo 24/7. Para mí, eso es una contradicción tan absurda que raya en lo ridículo.
Así que tranqui, no te sientas defraudada y engañada, que tarde o temprano, en la política, como en el amor o las relaciones homológico-presidenciales, los traidores caen por su propio peso (al menos eso me gusta pensar a mí que, como ya te expliqué, de vez en cuando tengo pensamientos delirantes).